Cuando Corina Fernández llevó a sus hijas de 9 y 10 años a la escuela una mañana de agosto en la Ciudad de Buenos Aires, nunca pensó que terminaría con tres balas en su cuerpo.
Fue su expareja quien intentó matarla.
"Sobreviví a 3 balazos directos al corazón que me disparó el padre de mis hijas después de un año y medio de habernos separado y 80 denuncias", según le explica a BBC Mundo.
"Pedí una prohibición de acercamiento y exclusión del hogar para lo cual él se quedó en mi casa y yo me fui con mis hijas a la de mi madre", relata la mujer.
"Durante todo ese año y medio él rompió la prohibición de acercamiento constantemente y me amenazaba de muerte".
"Me decía: 'Te mato a vos, mato a las nenas y me pego un tiro yo'", cuenta Fernández días antes de participar en la segunda marcha denominada #NiUnaMenos que se celebra en Argentina y en varios países de América Latina para protestar contra la violencia de género.
Después de unas vacaciones de invierno, el 2 de agosto de 2010, Javier Weber se acercó al colegio al que acudían las hijas que tuvo con Corina Fernández, haciéndose pasar por una persona de la tercera edad.
"Estaba disfrazado de viejito. Tenía un sobretodo, un bastón, un sombrero y una peluca de rulos grises. Aun así, cuando escuché su voz lo reconocí", relata Fernández.
"Una vez que yo ya las había dejado, me interceptó antes de que pudiera cruzar la calle y me dio tres balazos. Apuntó directo al corazón, con toda la intención de matarme".
"Pensé que era un chiste, que eran balas de salva. No es como uno ve en las películas que sale un chorro de sangre. Después me toque el pecho, vi que había sangre y me di cuenta que noera mentira", continúa.
"Que no haya logrado matarme fue porque no era mi hora", agrega.
Tras el ataque, la mujer estuvo internada en terapia intensiva por 21 días. Además de las secuelas psicológicas, todavía tiene dos balas en uno de sus pulmones.
"Pude hacer una gran recuperación gracias a mis psiquiatras que me ayudaron a salir de la parte psicológica ya que tenía depresión aguda postraumática. Y tenía dos chiquitas a cargo, en ese momento de 9 y 10 años. Y una vida que seguir".
"No fue fácil porque físicamente no podía levantar ni una botella. Tampoco podía trabajar. Él me había hecho echar del trabajo".
"Fue una etapa muy dura de mi vida. De un hecho que pudo haber sido absolutamente traumático y dejarme paralizada, salí adelante por mis hijas y perdoné", resume Fernández con un tono de voz firme.
"No hubo una luz roja que me indicara que yo fuera a permitir que este tipo me tratara así", cuenta Fernández.
"No recuerdo que mis padres me hayan pegado, ni que haya sido maltratada cuando era chica. Tal vez mi mamá era un poco sargento y gritaba, y tal vez cuando él me gritó por primera vez, yo no me di cuenta, porque estaba acostumbrada", analiza.
Luego llegaron más agresiones.
"Me arrojaba cosas de todo tipo y no me pegaba porque yo le esquivaba. Me tiraba vasos con gaseosa en el almuerzo o un plato de fideos. No es una trompada directa pero no deja de ser humillante y tampoco deja marcas visibles", señala.
El ataque a Corina Fernández llegó a juicio en 2012 y su expareja recibió una condena de 21 años de prisión, al ser considerado autor responsable del delito de homicidio en grado de tentativa agravado, por haber sido cometido con un arma de fuego.
"Mi caso se hizo famoso tal vez porque, por un lado, hace 6 años todavía no se hablaba tanto de la violencia de género", le cuenta a BBC Mundo.
"Supongo que llamó la atención que yo no pertenezco a la clase baja con la cual (la violencia de género) se asociaba en ese momento".
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